septiembre 05, 2006

Paciencia.

Ella llegó primera, como siempre; y se sentó lejos del pizarrón (para poder quejarse que de lejos no se ve). Como aún no habia llegado nadie, elegí una computadora en el fondo y me senté tranquilo.
Ella empezó preguntando acerca de lo mismo que pregunta en cada ocasión. En vez de hacer el trabajo que debiera estar realizando, continuaba con preguntas y afirmaciones estériles; a las cuales yo respondía una y otra vez.
Obviamente, este tipo de gente lunca se da cuenta de lo que causa en otras personas (en este caso, esa otra persona era yo).
Solo habían pasado 10 minutos y yo ya me había levantado 5 veces.
Ella repitió la pregunta, si, aquella que yo ya le había respondido hace escasos 3 minutos.
Sin omitir palabra, tomé la silla y volví a retirarla.
Me aproximé a ella y, aún con la silla en los brazos y bajándola violentamente, golpeé su cabeza desde atrás.
Su pequeño cráneo explotó en forma catastrófica contra el monitor, incrustándose en el mismo; la sangre empezó a fluir y su cuerpo se desmoronó.

A esta altura ya todos sabemos que el Nro. 6 es bastante particular para mi.